Día a día acuden a la consulta personas que se sienten abrumadas por emociones, sensaciones y sentimientos que las desbordan. Algunas lo describen como ansiedad, otros como pánico y otras como un exceso de felicidad, que les impide relajarse y fluir.
“me preocupa mucho que se repita esa presión en el pecho que sentí cuando iba en metro”
“siento que constantemente tengo que estar haciendo cosas y produciendo, si paro pienso que estoy perdiendo un tiempo muy valioso”
“estoy siempre muy emocionada y contenta, y mi forma de expresarlo a los demás les agobia, porque siempre estoy queriendo hacer planes y más planes”
“no puedo quitarme de la cabeza la sensación de que algo malo ocurrirá”
En todos estos casos las personas sienten que les faltan herramientas para regular sus emociones. Porque no se trata de jamás sentir miedo o ansiedad o ganas de estar muy activo y hacer muchas cosas; se trata de poder llevar nuestras emociones a un punto en que nos ayuden en lugar de limitarnos.
¿Qué es el equilibrio emocional?
Hablamos de equilibrio emocional con la idea de tener la capacidad de gestionar nuestras emociones saludablemente. Esto significa mantener una actitud estable y flexible ante las distintas situaciones del día a día. No se trata de evitar las emociones negativas, sino de aprender a enfrentarlas y responder de forma adecuada.
Conseguir este equilibrio nos aportará bienestar mental ya que influirá en nuestra capacidad de gestionar el estrés, las relaciones y nuestra capacidad de disfrutar de la vida.
Te dejo unos consejos para que puedas empezar a gestionarlo por ti mismo/a.
1. Entender las emociones y aceptar que estas están para ayudarnos
Lo primero que debemos hacer es aprender a reconocer nuestras emociones. Empezar a conocer como funcionamos nosotros, qué emociones se activan ante distintas situaciones. Cuando hablo de emociones, hablo de todas ellas: las que cada uno considera positivas y las que considera negativas.
Cada emoción tiene una utilidad. Entre otros ejemplos, La tristeza nos ayuda a superar un momento de pérdida o a transitar un duelo, la ira a superar el enfado que tenemos por que las cosas no han salido como quisiéramos. Y así con cada emoción.
Querer eliminar en esos momentos la tristeza o suprimir la ira a largo plazo aumenta y perpetua nuestro malestar.
La alfabetización emocional explica como podemos identificar lo que sentimos, ponerle nombre y comprender porqué aparece esa emoción.
¿Cómo lo hago?
Por ejemplo si tienes que dar una charla y estás muy nervioso, en lugar de intentar evadirte y rechazar lo que sientes, pregúntate: ¿porqué me siento así?, ¿qué me da tanto miedo?.
Identificar como te sientes en las distintas situaciones cotidianas, te dará una idea de como reaccionas a cada momento y esto te ayudará a desarrollar tu inteligencia emocional. La idea es que con el tiempo tu puedas conocerte y avanzarte a esas emociones, sabiendo que ese es tu patrón de comportamiento, tu forma de reaccionar.
2. Establece límites
Aquí voy a ser clara y concisa: APRENDE A DECIR NO. Conoce tus propios límites y lo que te genera estrés, te agota o te enfada. Es importante proteger tu tiempo y tu energía.
¿Cómo lo hago?
Si eres una persona a la que le cuesta mucho negarse a cualquier cosa que le pidan, empieza por hacer pequeñas excepciones. Empieza a decir no con cosas pequeñas, que no te suponga un gran malestar dejar de hacerlo.
3. La relación cuerpo-mente.
El otro día escuché una frase que me dejó pensando, decía algo así como “el cuerpo es la casa donde nuestra mente habita”. Y la nombro porque a veces nos olvidamos de cuidar esa casa. Le exigimos muchísimo diariamente al cuerpo y obviamos cosas tan básicas como descansar bien, alimentarnos, hidratarnos correctamente y hacer ejercicio.
Si el cuerpo está bien cuidado, es mucho más fácil que la mente esté en buen estado.
¿Cómo lo hago?
Revisa tus rutinas. Qué comes normalmente, cuantas horas descansas, si bebes suficiente agua… y si no lo haces, busca un tipo de ejercicio que te guste y que puedas incluir en tu vida.
4. Dedica tiempo a observarte y a saber lo que necesitas. Y por favor, de vez en cuando, concédetelo.
No estoy hablando de darte caprichos. A veces nuestro día a día es tan frenético que nos olvidamos de dedicar tiempo a lo que nos gusta. A lo que a nosotros nos llena de verdad. ¿qué te hace sentir bien?, ¿qué te da placer?. Quizás leer, dibujar, salir de excursión con tiempo a la naturaleza, visitar a tus abuelos.
¿Tienes cosas que realmente te gustan dentro de tu rutina?
5. Cuida de los que cuidan de ti
No hay nada que nos haga sentir mejor que saber que tenemos una buena red de apoyo. Esas personas con las que disfrutar y crear momentos de bienestar. Y esas mismas personas a las que llamar cuando necesitamos un consejo.
Valóralas, cuídalas y simplemente dedícales tiempo. Evitando eso sí, las que drenan tu bienestar emocional, esas que en lugar de aportarnos felicidad, constantemente nos restan energía.
6. Y si alguna emoción te sobrepasa de forma constante…
Tristeza, ansiedad, el pánico, o incluso la alegría, si alguna de estas emociones o varias, es habitual que te desborden, quizás es el momento de pedir ayuda y estudiar lo que está ocurriendo.
Es importante que seamos conscientes de que en la vida, pasan cosas. Constantemente. A todos. Afortunadamente muchas veces estas cosas nos gustan, pero no siempre es así. Y existen herramientas emocionales, pautas concretas que pueden ayudarte a saber qué hacer en tu caso concreto cuando sientas que no sabes qué hacer con eso que te esta causando malestar.