Estamos viviendo en lo que podríamos llamar la era de la sobreinformación. El flujo constante de inputs digitales de todo tipo puede estar sobrecargando nuestras capacidades mentales y afectar a nuestra salud Psicológica.
La tecnología nos permite estar conectados en cualquier momento y en cualquier lugar. Eso esta bien y nos beneficia en algunos aspectos. Pero a la vez nos genera una carga mental y emocional que en algunas personas puede ser difícil de gestionar, pues parece que estar desconectado hoy en día no es una opción. Sin embargo, el estar constantemente exponiéndonos a noticias, actualizaciones en Redes Sociales, y notificaciones de aplicaciones varias, tiene un coste que a veces puede llegar a ser elevado en nuestra salud mental. Este fenómeno ha sido descrito como “Síndrome de Fatiga Informativa” (IFS) o Technostress (David Lewis, 1996).
¿Qué es la Fatiga informativa?
Es un cuadro somático en el que las principales características son la fatiga y el cansancio producto de la exposición, consumo y manejo excesivo de información (sobreinformación) que nos desborda y agota física y mentalmente. (Lewis, D., 1996)[i]
Nuestro cerebro, diseñado para gestionar información de manera limitada, se sobrecarga cuando además de encargarnos de nuestras tareas cotidianas, paralelamente estamos tratando de absorber noticias y consultar las redes sociales. Como personas, somos incapaces de absorber tal volumen de datos y el resultado es una merma en nuestra capacidad de concentración.
Las consecuencias psicológicas de estar conectados 24/7
El acceso constante a información no solo afecta a nuestra capacidad cognitiva. Nos repercute en muchos más ámbitos: nuestra salud emocional y la calidad del sueño. El pensamiento de tener la necesidad de “estar siempre al día” genera mucho estrés y si lo dilatamos en el tiempo aparece la sensación de no poder desconectar nunca.
El impacto de estar gran parte del día frente a la pantalla es importante. Algunas personas describen como les genera ansiedad que su teléfono se quede sin batería. Han perdido la capacidad -y los beneficios- de desconectar. Incluso llega a verse afectada la calidad del sueño y las evidentes repercusiones de no poder descansar adecuadamente.
Las pantallas: ¿nos conectan socialmente?
Las Redes sociales y las distintas formas de mensajería (WhatsApp, Telegram…) nos permiten conectarnos con personas de todo el mundo, mantener amistades a distancia y crear nuevas conexiones sin necesidad de acudir a un lugar concreto físicamente. No obstante, en muchos casos descubrimos la otra cara de la moneda: hay una desconexión a nivel personal, las interacciones cara a cara disminuyen notablemente.
Con el tiempo las habilidades sociales se ven afectadas. El impacto es importantísimo, pues el contacto físico es fundamental para el bienestar social y emocional.
El impacto en la toma de decisiones y en la productividad diaria.
¿Notas como te cuesta más concentrarte?, ¿Cómo pasan las horas y tu te has pasado el tiempo haciendo scroll de un video a otro?. Ha pasado el día y no has hecho esa lista de cosas que tenias previstas. ¿Dónde se ha ido el tiempo?. Cuando estamos sobrecargados de información “vacía” entramos en un estado en que nos resulta difícil organizarnos y tomar decisiones claras.
¿Cómo mitigar la fatiga informativa?
Todos tenemos claro que las Redes sociales, los smartphones y las distintas herramientas para comunicarnos han venido para quedarse. Parece que estar conectados sea algo inevitable.
Y aquí cada uno debe valorar qué uso hace. En tu caso, el uso que haces de la tecnología ¿te beneficia y te ayuda? O por el contrario, ¿notas algunos síntomas que te dicen que deberías empezar a hacer algún tipo de detox digital?
Si crees que algo no va bien y que en este aspecto podrías mejorar hay algunas estrategias que podrían ayudarte.
- Limitar el tiempo que pasas en Redes Sociales. A todos nos gusta de vez en cuando divagar y abrir Instagram y dejar que las noticias nos sorprendan. Pero plantéate cuanto tiempo quieres dedicarle diariamente o incluso semanalmente. Y pon un límite.
- Establecer momentos sin acceso al teléfono. Decides tú.
- Aprende a diferenciar fuentes de información de calidad. No todo vale. No te sobrecargues con información que no te aporta nada.
- Cuando estés cara a cara con alguien, comparte tiempo de calidad con esa persona. No dejes de prestarle atención para prestársela a ciertos mensajes o noticias que puedes consultar después.
Busquemos el equilibrio.
En conclusión, la información es poder. Esta clarísimo. Pero no cualquier información es útil. De hecho mucha información es poderosa solo para convertirse en una fuente de estrés. Debemos encontrar un equilibrio entre estar correctamente informados y conectados y mantener una vida sana, productiva y plena.